Abriendo mundos

A lo largo de nuestra vida nos dejamos llevar bastante por la rutina. Cuando nos damos cuenta sentimos un peso encima, sin nosotros quererlo, ya sea por la monotonía del trabajo o de los estudios. Por eso, la reacción inmediata es escapar. Pero inmediatamente nos surge una simple pregunta, y esa es: ¿cómo? 

Actualmente existen mil vías que lo permiten: deporte, algún viaje como los interrailes, el propio Camino de Santiago; quizá para la gente más espiritual están los ejercicios espirituales o alguna experiencia de peregrinaje a cualquier lugar santo. Pero en este caso quedémonos con el Camino de Santiago.

Desde que tenía 15 años me he visto bastante implicada con esta peregrinación y he conocido a bastantes peregrinos, cada uno con su historia que, sin quererlo, te toca de algún modo u otro y hace que aprendas un nuevo enfoque a la vida. Ahora, con mis 19 (apunto de los 20) y gracias a Piedras Vivas, quizás ha sido la vez que más cercana a ellos me he sentido.

Probablemente me haga un lío tratando de explicar en que consistió todo este mundillo que se formó en Santiago la primera quincena de Agosto. Pero en resumen y para aclararlo, lo que hacíamos es transmitir la fe a través del arte, y para ello teníamos que conseguir poner al peregrino o al turista en la piel del peregrino medieval. Tras una larga explicación contabas con numerosas reacciones, desde los que te decían que “se le habían puesto los pelos de punta” hasta los que la única pregunta que les surgía era dónde estaban los dichosos baños. No obstante, a pesar de la explicación técnica posteriormente surgían bastantes conversaciones a raíz de lo explicado, y lo más gracioso es que tu pensabas que estabas descubriéndole el mundo a alguien, pero indirectamente aquella persona te podía estar abriendo el mundo a ti. Con esto último me viene a la cabeza el momento en el que tú te pones delante a la puerta de Platerías y flipas. Flipas tanto por la cantidad de gente como por lo llamativa que es, pero sin embargo desconoces la historia que se narra en cada estatua de piedra, y esa era nuestra misión, arrancar el corazón de piedra y poner en su lugar uno de carne, y con eso me refiero al hecho de conocer, pero no sólo la historia antigua, sino que indirectamente conocíamos una pequeña parte de la historia personal de cada persona e incluso nosotros nos abriamos con ella, y de verdad, descubrías un verdadero mundo y a mayores eras capaz de mirar todo con otra perspectiva.

Por eso, y ya para terminar, lo bonito de Piedras Vivas no es enseñar ni hacer que la gente se asombrase y disfrutase de una ciudad desconocida, al contrario, lo bonito es conocer y darte cuenta que no sólo importa lo primero que ves, sino que lo que más importa es aquello que se oculta, quizás esa pequeña piedra angular que ayuda a que todo el edificio se sostenga; y, lo más importante, darte cuenta de que esa piedra angular se encuentra en dónde uno mismo es o está, sin necesidad de huir de la rutina de su vida.

Almudena Méndez.

(Recuperado de: DepasXuventude)