Encuentro de Coordinadores de Piedras Vivas (Transilvania)

Rumanía, Transilvania, puente de noviembre… Ante estas premisas todo el mundo espera que lo que aconteciese fuese algo terrorífico, y de algún modo lo fue. La experiencia que vivimos los coordinadores y acompañantes espirituales de Piedras Vivas en Cluj-Napoca fue terroríficamente sobrecogedora.

El pronostico de este encuentro era bastante positivo, yo personalmente estaba muy emocionada aunque asustada también por lo que me deparaba el encuentro, si iba a aprender lo suficiente para poder ayudar a mi reciente y creciente comunidad, en un ambiente tan favorable como intenso y comprometido como es el Año Santo Compostelano y la consecuente Peregrinación Europea de Jóvenes.

Sin embargo el contexto de este encuentro era cuanto menos complicado, era el primer encuentro de coordinadores realizado post pandemia, y había que tomar muchas medidas, sobre todo para con la casa que nos acogía. Pero pudimos comprobar de primera mano como actúa la providencia, cómo nos cuida Dios. Cada desorden, o problema se convertía en el mejor plan jamás pensado, cómo que al llegar casi todos antes de tiempo, ya el viernes pudiéramos disfrutar de la experiencia completa comenzando con un retiro, en el que pude dejar mis preocupaciones en el Cristo de la Iglesia de los Franciscanos.

Un Cristo bastante particular que tenía los músculos tan contraídos que parecía que estaba intentando bajar de la cruz a toda costa, lo que me hacia pensar en cada una de las cargas, de las responsabilidades, que a veces se nos hacen tan pesadas que parece imposible resistir, y de alguna manera nos asemejamos a este Cristo. Sin embargo, otra cosa que me gustó bastante de la contemplación de esta imagen es que tenía la boca abierta, a pesar de toda esta angustia, que reflejaba el cuerpo, tenia tiempo para respirar, para descansar en el Padre todo lo que en ese momento cargaba. Desde luego no había mejor manera de empezar el encuentro, sabiéndome amada y cuidada por Dios, sobre todo en estos días que las columnas habían pensado con tanto mimo.

Después de la intensa mañana, se había pensado el resto del encuentro como un espacio de crecimiento, de compartir y de descansar. Cada formación se había orientado para darnos las herramientas concretas que a cada uno nos hacían falta, parecía como si hubiesen podido observar por una mirilla todo lo que había pasado en cada una de las comunidades a lo largo del curso, y además de eso, nos dieron la oportunidad de expresarnos, no solo en los momentos de compartir en los que cada uno enriquecía al otro a través de su testimonio, sino que hubo momentos para poder pedir lo que más necesitábamos, lo que se reflejó en los talleres de la tarde del sábado.

Todo el encuentro giraba en darnos las claves para ser grandes cristianos y grandes líderes, que pudiéramos conocernos y hacer presente, esta vez de forma tangible, esta comunidad de comunidades. Pero más allá de eso lo que sucedió en el puente de todos los Santos en el centro Manresa de Cluj-Napoca, fue un redescubrir como dijeron mucho Guilia y Sofía a lo largo del encuentro, un HOGAR, una familia que te quiere y va a estar contigo de forma incondicional, que va a recorrer todos los kilómetros que hagan falta para ayudarte, que también con el mismo cariño de un padre, te va a corregir si algo estás haciendo mal. Y lo mejor de este hogar, es que es un hogar cristiano, que Cristo está en el centro organizando todo, y dándonos las fuerzas necesarias para poder trabajar otro año más.